Suspirando, quedé soñando
con la mirada en el cielo;
mis ojos, aunque veían,
sólo vivían del recuerdo.

Entre tanto una imagen,
dulce ángel, se formó
y, en aras de su capricho,
sólo ella se quedó.

Era toda bella rosa
en el mes de abril nacida.
Su piel morena sellaba
su gracia, en el pecho herida.

Tenía los ojos azules
de tanto mirar al cielo.
¡Quién pudiera siempre ver
su rostro escrito en ellos!

Tenía los ojos rasgados
de tanto mirar la tierra.
¡Quién pudiera consolar
para siempre, en ellos, sus penas!

Su voz era leve música
y su boca sacro templo.
¡Quién pudiera compartir
el fuego ardiente de su pecho!

Su pelo, mecido en el aire,
era cortina de seda
que, en brisas de indiferencia,
mi amor consigo se lleva.

Entonces, enamorado
de aquella hermosa ilusión
su nombre le pregunté.
María, me dijo, soy yo.


Linares, junio de 1966


Bajo la verde aceituna,
oro y sangre de mi tierra,
nació nuestro amor.
Andaluces éramos los dos.

Entre Córdoba y Jaén,
la hoja plateada del olivo
nuestra ilusión vio crecer
y, al cobijo de su sombra, florecer.

Junto al Guadalquivir
nuestras manos se unieron
y Córdoba y Jaén se abrazaron
en nuestros besos, dulces sueños.

Bajo el sol de Andalucía
nuestros labios se dijeron
lo que el corazón sentía

y, en medio del olivar,
tus ojos y los míos
se miraron.

Vana pasión, amargo despertar.


 Linares, Junio 1966



Juega,
juega otra vez con el arma de la muerte
y lleva años de desgracia a la vida
y siglos de terror a las tinieblas.


Vomita fuego,
ese fuego que no quema infames manos
pero mata para siempre ilusiones
que un día concibieron pobres gentes;
muéstrales que el cansancio de la vida
se calma con veneno y sangre ardiente.


Agarra en tu mano el recio sable
y siega la esperanza, aún naciente,
el alma que en el campo crece pura
y los ojos de mirada inocente.


Corre loco por el mundo, arrasa y mata
el árbol que creció junto a la fuente;
haz callar el susurro de su agua,
que reine el silencio para siempre.


Juega, otra vez, con el destino
acercando un paso más tu triste suerte;
el castigo ya viene de camino.


Si la senda está cruzada por mil ríos,
cada día, tú, le estás tendiendo un puente
y no ves que ya nunca se detiene,
que puede estar cerca de tu casa
y llamar...
puede entrar, llegar a ti y, en un instante,
ser, también tú, despojo de la muerte.

Cádiz, Diciembre 1969
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Es una calle apagada
en una noche de invierno.
Violencia de muerte dormida
con vientos de hielo seco.
La locura de un pecado
vida estéril para siempre.
Negra balsa de delirio
que, sin amor, nunca duerme.
Rayo de mil tormentas
que acaba con pobres gentes.
Soñar sobre tu regazo
es, ya, querer tus simientes.
Los envites de tus aguas
son, para mi, los placeres
de agujas de catedrales
cayendo sobre mis sienes.
Las hojas blancas del mar
se pierden entre tus bienes
y una nueva luna llena,
entre doce caracteres,
busca las huellas del Dios
que prohibió los pareceres.

Ebrios de miedo, meditan,
borrachos de cielo, cantan,
que entre solo vino y agua
hay sangre que es bendita
y carne que vivifica
en pan de trigo, ¡miradle!
Qué tristes son tus mundos
y la gente que te adora.
Antes de nacer, Tú sabes
su camino, fecha y hora.
Huellas de tedio, sin sangre,
y ojos de triste mirada.
Hay caminos de palabras
y de lágrimas hay mares.
Negros cielos del invierno
no dañéis más mi carne,
mirad que por mí ha muerto
y carga mi cruz, ¡miradle!



Cádiz, Diciembre 1969
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Los últimos destellos,
olvidados ya por la mente humana,
caen a plomo sobre el horizonte.
Dentro del ser despierta el alma
y, entre tensos desperezos, se agita
para iniciar la danza de la noche
en un cúmulo de ideas y visiones
que, suma de dolor y angustia, escoge.


Falso ideal el de la tierra
que ofrece los frutos de la sangre.
Falso ideal, poder, grandeza,
creerse superior en un instante.
Falso ideal el mundo
con su ansia insaciable de oro.
Falso ideal, yo no lo siento,
vivir para un ser que no conozco.


Esa luz que ves allí, no existe;
es tu mente que se enciende a cada paso,
en cada plaza, calle, en cada esquina,
creando un mundo imaginario.

Es la imagen de tu sueño que, vibrante,
toma carne de tu cuerpo y danza y danza
en la bruma de las formas inviolables.
Mientras, y tú no ves, la noche avanza.


Si falso es el amor con el que sueño,
como lo fue el ideal del que he vivido,
¿cómo sigo tomando mi alimento?,
¿cómo puedo vivir lo no existido?,
¿cómo espero una verdad que no la siento?,
¿cómo creo en las formas que han huido?


¡Palabras imperiosas lleva el aire
que azotan y quebrantan el oído
esparciendo el contenido en la conciencia
-dichoso tú que en ella has creído-
y donando del fondo de una ciencia
la brisa superficial,
grato honor para la razón que fue vencida!


Son grises las sombras en la noche
y en ella se confunden -oh, espanto-
los mil colores de las flores vivas
con la tierra muerta -sed y llanto-.
Son grises los deseos de nuestra alma
cuando busca ese algo que no encuentra;
como lo son los suspiros vagabundos
que, entre aroma de rosas, el pecho encierra;
y el rayo de luz que en la mañana
a una vida, existencia monótona, despierta;
y el agua cristalina de la fuente
mezclada con la lluvia cadenciosa;
y el sonido, raro canto, de las aves
cuando el son lastimero dice: "llora".


Cádiz, Mayo 1969
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En esta noche,
sin luz, sin esperanza,
camino amargamente
por un mundo solitario que agoniza.
Las tinieblas de mi mente
me atan, para siempre, al fulgor
de la última ciudad que conocí.
¡Sólo pienso en el dolor!


Paso a paso,
recorro los senderos de mi alma
en un alocado sueño
pleno de angustia y pasión.
Cada segundo,
horas enteras de mi vida,
siglos fugaces de mi amor,
una última ilusión que se derrumba
y un grito de terror que petrifica.
Después, en un instante,
el deseo interminable de la nada,
el vacío absoluto del espíritu,
la locura inminente, hielo en el alma.


Y pasa el tiempo,
día tras día, año tras año,
sin una caricia del sol,
sin el calor de sus rayos.
Mientras tanto,
danzan las brumas sin cesar
con un aliento demoniaco, más quizás,
desmembrando, mucho a mucho, el corazón.


¡Qué ciegas son las sombras
que pasan, junto a mí, sin detenerse!
Vienen, cruzan y van
en el exhalar de un suspiro
que enciende, sin embargo, la pasión.
¡Qué oscuros son los días
-la razón torturando por momentos-
cuando la lluvia cae
apagando los últimos rescoldos
de un fuego de locura y sentimientos!
Eras después cae la nieve,
cuando ya lo que fuimos no seremos,
helando las cenizas, aún recuerdos,
de algo que, a fuerza de pequeño, es humano.


De nuevo siento la chispa del terror
acercarse a la mente ensangrentada.
Vivir para sufrir, ¿será desgracia?
Siento que se agota ya mi cuerpo,
la mente es un ascua de dolor,
una idea la ilumina más que un sol,
una idea, ¿idea o hecho?
Ya es un hecho, ¡la muerte!,
fue una idea, ¡desesperación!


Cádiz, Febrero 1969
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Despeñaperros abajo,
¡ay la belleza que encierra!
Andalucía se llama
la tierra que allí comienza.
En su cuerpo sangre joven,
en su alma savia vieja.
Campos de olivos, Jaén,
el envés plata de estrellas.
El bolero y la taranta
cante y lucha de esta tierra,
Linares, siglos de plomo,
se pierde entre la niebla,
niebla de años de olvido.
¡Cástulo! ¿Quién te recuerda?
Úbeda, la muy noble,
cantada por los poetas,
y Andújar, pueblo blanco,
encadenado a la sierra,
donde reina una Morena:
¡Mi Virgen de la Cabeza!
Cazorla, cuna del río
de más gallardía y belleza,
Guadalquivir caminante
entre olivos y dehesas.
Y Córdoba, de la Mezquita,
-la media luna la sueña-
ay, Almanzor, y tú querías
hacer capital de la Tierra.
Patria de grandes toreros,
lugar donde el arte es ciencia
y a Julio Romero de Torres
la Copla, gitana, espera.
Montilla, donde las viñas
a un paraíso despiertan
y Fuenteovejuna, la justa,
que inspiró a Lope de Vega.
Allí donde empieza Sevilla
el alma se siente inquieta
y es que esta tierra emana
su garbo por donde quiera.
Capital de Andalucía
es tierra de gracia eterna
donde sus diestros toreros
rezan a la Macarena.
En el barrio de Triana
tiene el cante su cabeza
y, junto al Guadalquivir,
inició el baile su senda.
¡Ay, Sevilla de gitanos!
¡Ay, Sevilla de poetas!
¡Qué alegría en tus sevillanas
y cuánta pena en tus saetas!
A tu Torre y tu Giralda
las golondrinas se acercan
y es que tus brazos se abren
ofreciendo tu alma llena,
como hacen tus artistas, 
guitarra en mano, voz serena,
y castañuelas que tocan
entre mantones de seda.
Camas y Puebla del Río,
Dos Hermanas, sementeras
de coplas de cante grande
y toreros de vida eterna.
Huelva, la Colombina,
adelantada de América.
Aracena, la serrana,
suspiro de luna llena,
y Riotinto, hombre y cobre,
sangre que por siglos queda.
Aguas del Guadalquivir,
Sanlúcar ya os espera
con manzanilla en los labios
por no llorar vuestra ausencia.
Y en el campo de Jerez
se oye una copla nueva.
Ciudad señera andaluza
que en el vino y cante ostenta
la Cátedra universal
con el Puerto y Trebujena.
¡Ay, alegrías de Cádiz
que suenan por la Alameda
mientras las olas se rompen
furiosas en la Caleta!
Cuna de Manuel de Falla,
guardiana de España en guerra,
tan bella como un barquito
que, a toda vela, navega.
En la bahía de Algeciras
la Roca llora de pena
porque de su amada España
alguien arrió la bandera.
Costa del Sol, azulada,
llenas de luz tus arenas.
Nombres hechos de poesía
como Mijas y Marbella,
Benalmádena y Nerja,
Ronda, Álora y Antequera.
En Málaga, flor de España,
hizo el fenicio su huerta,
los árabes su Alcazaba
y Baco le dio su néctar.
Sus mujeres de ojos negros
son eternas primaveras
tan mimadas por el sol
que tienen su piel morena.
¡Ay, quién tuviera el color
que tienen las malagueñas!
Almería, sol y cielo,
entre Gata y Punta Elena.
Trozo africano que a Europa
brindó la Naturaleza.
De toda mi Andalucía
acaso la más serena,
donde de la hiedra surgen
brotes de una vida nueva.
Rincón hermoso de España
que todo el mundo contempla.
Y Granada, la gitana,
la más bella y hechicera;
las moras desde la Alhambra
tejían coplas de seda,
entre jardines y agua,
entre lamentos y quejas.
Cumbres de Sierra Nevada,
de un manto blanco cubiertas,
con la Virgen de las Nieves
reinando desde el Veleta.
Tumba de Reyes Cristianos
que bajaron a esta tierra
para unificar España
y en ella vivir quisieran
mientras el moro lloraba
por su Alhama y su Moreda.
Así es mi Andalucía:
un canto en la noche eterna,
hecho con sudor y sangre,
¡guapa, con garbo y morena!


Linares, Agosto 1969